miércoles, 15 de julio de 2015

Quince


 A nadie le resulta difícil encontrar argumentos para posponer una tarea o para abandonarla a medio hacer. La lista de excusas es muy larga. Entretanto, las dificultades nos buscan, esperan el momento idóneo y salen a nuestro encuentro.
Las dificultades aguardan, agazapadas, su oportunidad para entrar en escena.
Algunas personas tienen un arranque de caballo y unas paradas de mula. Se entusiasman con rapidez y de la misma manera se desalientan al cabo de poco tiempo. No acaban nada. Empiezan muchas cosas y no terminan ninguna de ellas. Estas personas pasan más tiempo diciendo lo que van a hacer que haciéndolo. Por este motivo, muchos proyectos acaban en un extraño orfanato.
Otros intentos no llegan a producirse por temor al fracaso y en especial a la crítica. Estamos en lo mismo: ¿Qué es más importante: lo que uno hace con su vida, o la opinión de los demás? Yo ya tengo mi respuesta, y tú también.
A fin de cuentas, el tiempo, que transcurre mientras haces algo es el mismo que Pasará si no haces nada en absoluto. Eso es incuestionable.
Y el tiempo que tarda en concluirse un proyecto en el que no se está trabajando es infinito. Eso es indiscutible.
En el camino, con certeza, aparecerán las dificultades para ponemos a prueba. En el trabajo, los problemas nos garantizan el empleo, puesto, que si todo fuera sencillo, no necesitarían quien los solucionara. Perderíamos nuestros empleos. De hecho, el sueldo se fija en proporción al tamaño de los problemas que hay que resolver. Tanto en el trabajo como fuera de él, la vida nos pone a prueba cada día. Y cada día quiere decir todos los días.
Otro error bastante frecuente es encomendarse a la suerte. Dejar las cosas en manos de la fortuna o esperar que se resuelvan por sí solas es una estrategia con muy pocas posibilidades de éxito.
Quienes entienden la prosperidad como un golpe de suerte, se sientan frente a la puerta de su casa a esperar el suyo. Por eso, el mundo está lleno de gente que aguarda con los brazos cruzados.
Para mí, un golpe de suerte es una oportunidad que hay que provocar, trabajando, antes y después. Alfabéticamente, la palabra «sudor» va justo antes que «suerte». Y eso es lo que ocurre en todas las cosas: la suerte va precedida por el sudor.
Por esa razón, cuando alguien está preparado tiene, en mayor medida que quien no lo está, lo que algunos llaman «suerte». Pero no se trata de suerte como tal: es una cuestión de preparación y oportunidad.
Preocuparse no es prepararse, es visualizar la peor de las posibilidades y rechazar todas las demás. La preocupación bloquea la razón y no te permite identificar una oportunidad cuando llega; así es como lamentablemente se desperdicia. Quien está preocupado por un asunto, no está ocupado en él y por eso no se halla preparado.
Tener una gran idea sirve de poco si no se la traduce en su equivalente material. No basta con apresarla; después hay que expresarla. Todo el conocimiento que no se aplica a la práctica es estéril. Por eso mismo, estar muy bien preparado y no aprovechar la oportunidad cuando se presenta no sirve de nada.
Debes tener en cuenta que ninguna idea es perfecta al principio. Alguien dijo que las buenas ideas «vienen vestidas con el mono de trabajo». Eso significa que, lejos de ser irreprochables, hay que modelarlas hasta convertirlas en algo definitivo. Ese disfraz con el que se presentan suele provocar que sólo las mentes creativas las identifiquen como auténticas oportunidades.
Las ideas se vuelven poderosas cuando se las magnetiza con el entusiasmo de trabajar en ellas.
Y si trabajar en ellas no provoca ninguna emoción, languidecerán víctimas del desinterés y, poco a poco, con el paso del tiempo, quedarán enterradas en los arrabales de la memoria. Una idea que no se moviliza con un plan de acción se evaporará sin dejar ningún rastro y nunca verá la luz del día.
En el subconsciente hay una cantidad infinita de información y de buenas ideas. Ten confianza: las buenas ideas anidarán en la mente en el momento y en el contexto adecuado. La providencia tiende una alfombra para que las buenas ideas transiten por ella. ¿Solas? No, por supuesto. Tú debes ir detrás empujándolas.
Las ideas no están en la otra punta del bolígrafo o del pincel. Están en tu interior.
Cuando vas a preparar una buena cena, no extravías tu mirada en el infinito mientras aguardas la inspiración que te ayude a encontrar los ingredientes. Vas al supermercado y llenas la cesta. Con las ideas ocurre algo parecido: existe un supermercado de ideas en tu interior.
Sólo debes escoger lo que necesitas.
En todo el planeta, infinidad de personas están generando excelentes ideas a cada minuto. De algún modo, to­do ese material está disponible en un nivel de conciencia compartida. Si aceptamos que nuestra especie posee una mente grupal común, es posible que las mejores ideas provengan de esa inmensa base de datos compartida.
Aguarda tu momento.
En el «entretanto» hay también mucho por hacer. Es un período de tiempo para formular preguntas y descifrar las respuestas; reciclar lo viejo y abrirse a lo nuevo; hacer limpieza y vaciar cajones. El «entretanto» es un período de tiempo necesario para prepararte.
En la vida, los momentos favorables que exigen acción se alternan con los que requieren reflexión y espera.
Hay días que son mejores que otros; es natural.

También hay mañanas lluviosas y mañanas soleadas, la marea sube y baja... Pero cuando la mar no es propicia para pescar, el pescador se recoge para reparar la red y así se prepara para cuando llegue su momento. 

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