Conviértete
en tu propio jefe: ¡contrátate a ti mismo!
Uno de los anhelos más acariciados por la
gente que trabaja para otros consiste en alcanzar la independencia laboral que
les permita convenirse en su propio jefe. Es el primer paso, el segundo es
lograr la independencia financiera: trabajar porque se disfruta haciéndolo, no
porque se “necesiten” los ingresos.
Por increíble que parezca esta afirmación, es
posible vivir haciendo aquello que amas. Muchísimas más personas de las que
crees lo estamos practicando, ahora, en este momento. Si tu sueño tiene que ver
con desarrollar un nuevo medio de vida, debes saber que es posible —y deseable
una "transición suave” desde tu ocupación actual a la deseada. Sé que no
es sencillo porque a mí me costó mucho.
Si crees que para empezar por tu cuenta se
necesita mucho dinero, sorpréndete con lo que sigue. Las empresas más admiradas
por su éxito empezaron con muy poco capital: apenas algunos miles de pesos o
dolares. ¡La mensualidad de una nómina promedio! De modo que no es esta la
barrera de entrada. Empezaron con bien poco (si por poco puede considerarse
toneladas de entusiasmo atrevimiento y sobre todo, creatividad). Por ejemplo,
Dell Computer empezó en un dormitorio. Hewlett-Packard, Ford Motor, Microsoft
en un garaje. Louise Hay, la autora de Usted
Puede Sanar su Vida, empezó su magnífica editorial (Hay House) en la sala
de su casa (¡lleva vendidos más de diez millones de libros de docenas de
autores geniales!).
Como todo lo que vale la pena tiene un precio
—en la vida nada de valor es gratis—, te diré que trabajar para uno mismo exige
desarrollar ciertas habilidades en ventas, marketing personal, planificación,
finanzas personales, gestión del tiempo, desarrollo de productos y servicios,
diseño, ofimática, capacidad de relación, comunicación, etcétera.
¿Comunicación, oratoria? Hagas lo que hagas
deberías explicarlo bien, más que bien. ¿Quién quiere escuchar a personas poco
exitosas?
Nadie. Su pésima comunicación es el origen de
sus males.
¿Informática? Haz como yo, aunque esta parte
la delego, eso no quita la oportunidad para que adquiera a diario nuevas
competencias en el uso de mi computadora personal.
¿Ventas? Todos vendemos (o deberíamos). Es la
competencia número uno. Con tener talento o un buen producto no basta; hay que
ofrecerlo.
Y sin embargo, la palabra “vender” goza de
muy mala reputación.
¿Marketing? Un excelente producto o servicio
sin un gran esfuerzo de marketing y “marca personal” que lo dé a conocer no
supera el año de vida.
En fin, un paquete de competencias parecido
al ideal del hombre renacentista.
Se habla mucho del talento en singular, yo
creo que o es en plural o no es posible. Con hacer algo bien no basta. Personas
de (un) talento en su campo ven fracasar su proyecto personal por no elevar su
actuación global a la excelencia. Y no hablamos de “algunos”, sino de “la
mayoría”.
En el mundo hay una cantidad increíble de
modos interesantes de ganarse la vida más que decentemente, y la cifra sigue
aumentando. La aparición de nuevas titulaciones refleja este fenómeno que las
nuevas tecnologías aceleran.
La tendencia imparable: la mayoría trabajara
en campos novedosos y desarrollara diferentes actividades al mismo tiempo (dos,
tres, cuatro...).
Cada vez más los profesionales del futuro
pondrán sus talentos a trabajar desde casa para sus clientes. Y a mí me parece
genial. Absolutamente genial. En ese
escenario de absoluta libertad quienes lleven sus talentos a la excelencia
absoluta asegurarán la vialidad de sus negocios.
Objetivo: “Yo S. A.”, marca registrada.
Si esta es tu aspiración permíteme que te
explique mi punto de vista al respecto. Soy de la opinión que la mayoría
deberían poseer su propio negocios, o cuando menos, trabajar para sí mismas. Es
la única vía para llegar a la tan deseada independencia financiera; y sin embargo,
excluye a quienes se quejan de no ganar lo suficiente y culpan de ello a todo
el mundo, menos a sí mismos.
Te pondré un ejemplo:
En una empresa en la que trabajé se implanto
una medida extraordinaria: fijar el 50% del sueldo en función de los resultados
del propio trabajador, la otra mitad permanecía fija cada mes. El sueldo dejo
de ser fijo y paso a ser variable. ¡Esa medida convertía a los empleados en
accionistas” con cobro de dividendos mensuales! ¿Puede pedirse más? Yo creo que
no. ¿Y cuál crees que fue la reacción de la plantilla a la posibilidad de hacer
crecer sus ingresos? El rechazo total —casi un motín—. Muchos no estaban
dispuestos a responsabilizarse de su sueldo ni de fijarlo en función de sus
resultados.
Si eres autónomo e imprescindible en tu negocio; empieza a valorar que lo que tienes
entre manos, se trata de un trabajo con “apariencia” de negocio. ¡Cuidado!,
puede tener todas las desventajas de un empleo y ninguna de las ventajas de un
negocio. Eso se parece mucho al “peor empleo del mundo”.
Si te encuentras en una situación parecida,
se cómo te sientes porque yo mismo pasé por eso. Te recomiendo la lectura del
interesante libro El mito del emprendedor,
de Michael E. Gerber, que te orientara en esta cuestión (editorial Paidos).
No existen
problemas pero si estados mentales que creen ciegamente en ellos
La persona promedio habla de sus problemas
como de algo que ocurre al margen de ella.
Pero:
Un problema solo existe bajo el punto de
vista que da fe del mismo, más allá, simplemente no existe. Algunas personas se
asombran cuando les sugiero que no
busquen soluciones a sus problemas, sino que cambien la mentalidad que los crea.
Sé que es duro escuchar algo así pero más doloroso es tropezar una y otra vez
con los mismos problemas con disfraces diferentes.
Entiéndase: el problema es el modo de ver el
problema. No cambias la situación, pero te cambias a ti. Reciclar el material
del que están hechos los problemas conduce finalmente cualquier experiencia al
amor.
La solución que buscas pasa por responder a
esta sencilla pregunta: ¿Hay otra forma de ver este asunto? Y en tener
presente: “La capacidad de percibir o pensar de manera diferente es más
importante que el conocimiento adquirido” (David Bohm, genio).
Lo que se dice aquí es que puedes acceder a
un nivel de conciencia en el cual esa dificultad simplemente “no existe”; y por
tanto, no necesita una “solución”. Es lo que se llama dar un salto cuántico.
Pregúntate: ¿Qué clase de persona transciende
esta dificultad? Date cuenta que no necesitas una solución, sino un nuevo modo
de ver las cosas. La solución existe pero se halla en un nivel de conciencia
diferente. Lo que para ti puede suponer un problema para otras personas no lo
es en absoluto. Descubre en que persona deberías convertirte para que el
problema no exista. Piensa por un momento cuál es su mentalidad. Y modélala.
Resumiendo, ante una situación problemática
tienes varias opciones (y siempre en este orden):
·
Cambiar tú
·
Cambiar situación
·
Tolerar la situación
·
Abandonar la situación
Esperar que las situaciones o los demás
cambien, sirve de poco, pues el problema regresará tarde o temprano. ¿Por qué?
Porque mientras no cambies, seguirás necesitándolo. Sencillo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario