jueves, 4 de agosto de 2016

Cuarta parte de "El Método de los Deseos Cumplidos" (Artículo 4)



Mente principiante, mente creativa
En la naturaleza del mundo está el cambio. Cuando llegues al siguiente punto y aparte, el mundo ya será diferente.
Muchos problemas no se resuelven porque los desafíos son nuevos pero las respuestas son las de siempre. Por esa razón hoy en día las empresas empiezan a valorar más la creatividad de los candidatos que la experiencia en sus procesos de selección. Los nuevos desafíos requieren más creatividad que experiencia.
Creatividad: mirar con ojos nuevos.
Experiencia: mirar con ojos viejos.
Mis mayores aciertos siempre salieron de un golpe de imaginación. De una locura. ¿Exagero? En parte. Haciendo honor a la verdad, para minimizar mis errores uso el sentido común y mi experiencia, pero para maximizar mis aciertos uso la imaginación. Y no me va mal.
La habilidad de "establecer distinciones” se llama inteligencia. Por esa razón, son más inteligentes quienes establecen más diferencias en una situación. Una distinción es: un matiz, una perspectiva, una alternativa...

El problema de todo problema es no contar con suficientes opciones para convertirlas en soluciones.

La creatividad consiste en relacionar ideas que nunca han entrado en contacto antes. Emparejar ideas en apariencia desligadas es muy creativo.
Una mente creativa genera opciones desde la totalidad de las posibilidades. Y ahora viene lo mejor: al margen de la genética y la inteligencia, liberar la creatividad puede aprenderse.
En la actualidad hay empresas nacionales y extranjeras que desplazan sistemáticamente a las personas de un departamento a otro diferente. ¿Por capricho? Claro que no, con el fin de convertirlas en “principiantes” en su nueva plaza. ¿Para conseguir que? Sencillo, una mente inexperta ve con ojos nuevos. Puesto que aún no dispone de experiencia, la suple con imaginación: no puede “recordar soluciones” y tiene que “inventarlas”. Pasado un tiempo, el inexperto es un experto en su cargo y pronto su creatividad sucumbe bajo la rutina.
La "mente principiante” está llena de posibilidades. Cuando no sabe, inventa. Los adultos suelen incomodarse en situaciones ante las que son principiantes por miedo al ridículo. No están dispuestos a considerarse “principiantes” y por esa razón no arriesgan. Por eso su “mente experta” trabaja con la experiencia, es decir, con la repetición. Los niños, por el contrario, aún no han elaborado el miedo a equivocarse: son libres. Por esa razón, experimentan. Hasta que, a cierta edad, les enseñan a avergonzarse de sus errores, y entonces, ¡Ya son adultos!
En “lo nuevo” vas a ser nuevo. Todos, cuando empezamos, somos perfectos ignorantes. Un principiante no tiene experiencia, pero tiene algo mucho mejor:
l-m-a-g-i-n-a-c-i-ó-n
Las computadoras ya se ocupan del trabajo intelectual “sucio”, nuestra mente debería enfocarse solo en lo brillante.

Con saber no basta
La excusa más común para no hacer nada es limitarse a obtener información con el objeto de demorar la acción.
Hoy en día es sencillamente imposible saberlo todo. En lugar de preguntarte: ¿Qué haré cuando sepa?, pregúntate mejor: ¿Qué hago con lo que sé? Algunas personas incurren en “la parálisis por el análisis”. Son víctimas del exceso de información. Lo saben todo... de oídas. No permitas que eso te ocurra a ti.
En la actualidad, la información y el conocimiento se duplican cada pocos meses: ¡Podrías pasarte toda la vida formándote y nunca saberlo todo! Las empresas no contratan a quien sabe mucho sino a quien hace buen uso de los que sabe. En el mundo empresarial se valora más la actitud que la aptitud, porque saben que la aptitud puede conseguirse con formación y la actitud no.
Todo el mundo sabe casi todo pero muy pocos lo practican. Con saber no basta.
Si no, que se lo pregunten a algunos profesores universitarios y profesionales cuyos vastos conocimientos no han creado gran diferencia en sus vidas profesionales. Su nivel de éxito profesional y de ingresos no refleja su nivel de conocimientos. De hecho, los licenciados cada vez saben más y ganan menos que las promociones precedentes. Creer que un título universitario garantiza un mejor salario es una fantasía desafortunada.
No se trata de lo que sabes: lo importante es lo que haces con lo que sabes. Una buena formación —aunque es preferible a ninguna— no garantiza el éxito. Un ejemplo, Bill Gates abandonó Harvard porque allí no podían enseñarle a conseguir su sueño: Microsoft. El genial Steve Jobs también abandonó su universidad y se lanzó a crear un proyecto deslumbrante: Apple Computer.
Todos los profesionales excelentes alguna vez rindieron muy por debajo de lo aceptable, pero aprendieron. El experto ha cometido todos los posibles errores; y aunque no lo sabe todo, sabe bien lo que sabe.



Todo efecto es el resultado de una causa
Quiero hablarte de una ley tanto o más poderosa que la ley de la gravedad. De pequeño, seguro que aprendiste las consecuencias de ignorarla.
Las primeras caídas te enseñaron los efectos de la fuerza de la gravedad. Aprendiste a caminar al integrarla. Descubriste que si lanzabas el cuerpo hacía adelante evitabas la caída simplemente ¡Dando el siguiente paso! Andar, en realidad, es una sucesión de “caídas” que evitas al dar un paso en el instante adecuado.
Sin embargo, la mayoría de adultos ignoran otra ley aún más poderosa que provoca daños mayores a los de una caída.
Me refiero a la “Ley de la Causa y el Efecto” “No hay efectos sin causas. Toda causa, ya sea visible o invisible, crea un efecto, ya sea visible o invisible”. Tienes que dominar esta ley.
Corolario: “Si quieres conseguir un efecto, activa las causas que lo crearan”.
Pablo Neruda, escribió unas palabras que guardo en mi corazón “No olvides que la causa de tu presente es tu pasado así como la causa de tu futuro será tu presente”.
Todo tiene una causa, aun si es invisible a los ojos.
Por ejemplo, un pensamiento —o creencia— es la causa de una emoción —o un comportamiento—, y no al revés como podría parecer. Si no te gusta cómo te sientes, corrige lo que has pensado antes. Y en cuanto a las emociones, que gran oportunidad son; ¡Nos enseñan a pensar mejor! Nos ayudan a corregirnos.
Es muy fácil “enamorarse” de los efectos pero no lo es tanto de las causas. Pocos comprenden que si se centran en las causas que provocan un efecto que persiguen, éste se producirá por sí solo.
La palabra “cambios” y la palabra “caos” son similares salvo en las tres letras centrales (ambas empiezan y finalizan de modo simétrico).
Me agrada definir caos como a la concentración del cambio en el espacio—tiempo”. No me refiero al cambio por el cambio, sino a la transformación evolutiva.
Cuando los cambios son intensos, lo percibimos como un problema y no como el principio de la solución. Parafraseando a Robert Kiyosaky (autor de Padre rico, Padre pobre): “Si quieres cambios realmente importantes en tu vida, cambia el tamaño de tu sueño”. En otras palabras: piensa en grande.

Puedes ser la causa de tu gran sueño o puedes ser un efecto debido al azar. Puedes hacer que las cosas deseadas sucedan o dejarlas en manos de la suerte. Hay una diferencia tan grande entre ambas actitudes como llegar a donde te diriges o a ninguna parte.

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