Un hombre se
perdió en el desierto. Al cabo de unos días y a punto de morir de sed, vio que
una caravana se acercaba. Como pudo, llamó la atención de los viajeros, que
presurosos se dirigieron hacia el necesitado. Éste, con un hilo de voz apenas
pudo decir:
- Aaaguaa.
- Pobre
hombre, parece que quiere agua, rápido, traigan un pellejo -reclamó uno que
parecía el jefe.
- Un
pellejo no, por Dios -interpelo otro-, no tiene fuerzas para beber en un
pellejo, ¿no se dan cuenta? Traigamos una botella y un vaso para que pueda
hacerlo cómodamente.
- ¿Un vaso
de cristal? ¿Estás loco o qué te pasa? protestó otro de los presentes - ¿No ves
que lo cogerá con tanta ansia que puede romperlo y dañarse? ¡Traigamos un
cuenco de madera!
-
Aaaguaa... susurro el moribundo.
- Creo que
ustedes se han vuelto locos -agregó un cuarto hombre-. ¿Es que acaso no
recuerdan que tenemos un vino excelente? Siempre lo reanimará más un buen vaso
de vino que el agua. ¡Traigamos el vino!
- Beebeeer
-imploró el sediento con sus últimas fuerzas.
- Seguro
que el desierto los ha hecho perder el juicio. ¿Cómo vamos a darle vino sin
saber si este hombre es musulmán? ¡Estaríamos obligándolo a cometer un gran
pecado! Preguntémosle antes si es religioso - solicitó otro hombre de aspecto
bondadoso.
- Pero ¿es
que de verdad piensan darle de deber aquí a pleno sol? Antes tenemos que
ponerlo a la sombra; yo tengo ciertos conocimientos de medicina y les digo que
este hombre está ardiendo de fiebre y agotado. Llevémoslo a la caravana y
pongámoslo en una cama -intervino otro de los presentes.
A los
mercaderes no les dio tiempo a discutir más, aquel hombre acababa de fallecer
en sus brazos.
¿Cuántas veces
has estado atendiendo lo urgente y te olvidas de lo que es importante?
¿Cuántas veces
has perdido oportunidades por poner tu atención en lo urgente y no en lo
importante?
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