Si es el otro el que te valida,
el que le da sentido a tu vida o tu razón para existir; si el otro es tu mundo
y felicidad, tu sol y el aire que respiras, entonces... ¿quién eres tú?
Eres un
apéndice, una extensión, un accesorio, un títere, un monigote, un mendigo de
amor.
Dependes tanto del otro que haces circo, maroma y teatro para tenerle
feliz y no te abandone.
Si le necesitas, entonces no puedes ser tú mismo: te
andas por las ramas, eres diplomático, caminas de puntitas y cuidas cada una de
las cosas que haces, dices, piensas y sientes para que el otro no vaya a
molestarse.
Haces todo por complacerle a costa de cualquier cosa, de tu
dignidad, de tu integridad y a costa de ti mismo.
Eso por eso que...
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