lunes, 17 de junio de 2013

Un torero contra el miedo


Hace algunos años tuve la oportunidad de realizar un programa de radio, en el cual entrevistaba a triunfadores, a personas famosas por ser líderes en la profesión que desempeñaba. Fue un trabajo gratificante, ya que debía conocerlos desde el aspecto espiritual, tenía que dialogar con sus almas.
Entre las personalidades que escogí para entrevistar, busqué a un torero, un artista intenso, valiente, que en cada tarde de domingo salía al ruedo a arriesgar la vida porque amaba la fiesta brava. Y lo hacía por decisión propia.
Los toreros cuentan con un nivel muy alto de voluntad para atreverse a salir a desafiar a un toro. Su intención y atención están despiertas, ya que un solo instante de distracción les puede costar la vida.
Trabajamos varios días juntos para grabar las cápsulas para los programas de radio y tuve la oportunidad de conocer muchos aspectos del sentimiento mágico que mueve a un torero. Uno de los temas que quise abordar con él fue el del miedo.
- ¿Sientes miedo cuando estás vestido con tu traje de luces y sales a partir plaza, sabiendo que llegó la hora de enfrentarse al toro?"- le pregunté.
- Sí- y me contestó-. Me invade una sensación llena de matices entre, medio, gozo, reto, emoción profunda, algo muy difícil de explicar.
Después me contó lo siguiente:
-En mi vida de torero he sufrido muchas heridas peligrosas, cogidas, como decimos en el argot de los toros, y a pesar del sufrimiento y de los dolores que viví, en lo único en que pensaba era en el momento en que iba a torear nuevamente. Me esforzaba para que fuera lo más pronto posible y en poco tiempo estaba con el capote en las manos, entrenando. Pero hubo una cogida tremenda que casi me cuesta la vida y que me dejo postrado sin poder caminar por mucho tiempo. Sin embargo no me di por vencido; aunque los médicos me decían que ya no podría caminar bien y mucho menos torear; no les hice caso y me sometí a toda clase de terapias dolorosas y ejercicios que al principio creía imposibles de realizar. Después de dos largos años empecé a prepararme para regresar al toreo.
"Cuando me sentí capaz físicamente, fui a ver al empresario de la Plaza México para que me contratara y logré que me diera una fecha.
"En mi vida como matador de toros he tenido muchas tardes de gloria; por consiguiente, la responsabilidad de regresar y triunfar era mayor, tenía que regresar y hacer una gran faena.
"...Unos días antes de la corrida .me desperté con una angustia, y un miedo espantosos. Estaba temblando, había vuelto a sentir miedo a la muerte nuevamente, como el día en que el toro me dejó sin poder caminar. Revivieron los dolores y sufrimientos de los últimos años, y me preguntaba "¿Cómo voy a torear si estoy aterrado?" Me levanté, salí a caminar por la hacienda y tomé la decisión: tenía que tener un mano a mano con el miedo, era la única forma de superarlo.
"Regresé a la casa, empaqué alguna ropa y me despedí de mi esposa. Le dije que me iba a ir por unos días, que aún no sabía a dónde, pero que necesitaba estar solo antes de la corrida para preparar mi alma, que quería estar con Dios y conmigo mismo; que por favor no me buscara nadie. Me subí a mi automóvil y partí. Después de algún tiempo paré en un pequeño hotel, no sé ni de qué pueblo, en medio de la nada, y tomé un cuarto.
"Allí pasé dos días en compañía de Dios y del miedo. Al cerrar la puerta del cuarto, no estaba solo, tenía un invitado especial: el temor; tomé dos sillas, las coloqué una enfrente de la otra, en una me senté yo y en la otra invité al miedo a sentarse. Lo quería ver de frente, conocerlo y dialogar con él, pasamos muchas horas juntos, sintiéndonos. Yo lo cuestioné sin darle descanso. Reconocí ante él que su energía era fuerte, que muchas veces me empujaba para mantenerme atento, despierto, me hacía darme cuenta; por instantes, me volvía consciente del peligro que me atraía y me hacía vibrar intensamente y en algunas ocasiones me paralizaba y no me permitía actuar. Me hizo ver que mi ego lo que más temía era a la muerte y cuando yo la desafiaba sobre la arena de un ruedo cualquiera, mi ego me amarraba con las cadenas del miedo para nulificar mi voluntad y sacaba mil máscaras para disfrazarse, inventaba excusas, disculpas, para poder ocultar las debilidades y se defendía culpando a los demás y a las circunstancias...
“...Esos dos días me hicieron ver otra realidad. Aprendí mucho de mí, me observé, me conocí, el miedo fue mi gran maestro. Me di cuenta de que llega lleno de frío y depresión inquieta. El día que pude dialogar con él le quité el misterio que es el hábito con que se cubre, mi mente lo desnudó y pude ver que no es real, que son mis pensamientos lo que le dan fuerza, que si los cambio le quito fuerza y desaparece, que debo estar siempre atento y evaluar los riesgos, que no debo perder el enfoque ni por un segundo en cada paso que doy, en cada capotazo, en cada banderilla que ponga y cuando me acerco a matar mi concentración debe ser total y precisa, sin perder el arte ni la emoción, que son lo que adorna el trofeo, que debe estar presente siempre la pasión y el amor en la profesión de un matador de toros.
"Esa tarde corté orejas y rabo. Regresé al ruedo valientemente como había soñado. Mi comunicación con el toro fue perfecta, le hablé bajito y con respeto en cada pase de la muleta y él me respondió igual, hubo armonía entre los dos envuelta en magia y llena de color fue una bella danza de movimientos la que realizamos. Él cumplió con su papel digno y valiente de toro de lidia que fue para lo que nació, para poder morir con bravura en una tarde de domingo con una plaza repleta y delirante; y yo como matador de toros, satisfecho y orgulloso de haber logrado mi anhelo de regresar triunfante, con todas mis facultades despiertas y recuperadas, afirmando en mí que no existen los imposibles. Me sentía libre de cadenas, de creencias falsas y le agradecí a Dios profundamente el haber nacido.
No menciono el nombre de este gran torero, espiritual y valiente porque ya no se encuentra en este bello mundo y no le puedo pedir permiso para hacerlo. Pero estoy seguro de que, en donde quiera que se encuentre, estará feliz al saber que su experiencia contra el miedo en este relato servirá para ayudar a otros seres a superar sus miedos.

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