viernes, 28 de junio de 2013

¿La máscara es tu verdadero rostro?


Nadie puede vivir de cara a la verdad sin caer enfermo o dolerse hasta los huesos. Porque la verdad es que somos débiles y miserables y necesitamos amar, ampararnos, esperar, creer y afirmar. No podemos vivir a la intemperie en el solo minuto que nos es dado.
Jaime Sabines

La personalidad es el conjunto de características que heredaste y aprendiste durante los primeros años de vida, de los cero hasta los ocho años; esto es flexible dado que el desarrollo de cada persona es diferente. Cuando se van presentando las diferentes etapas de tu crecimiento se va consolidando lo aprendido en la infancia; este aprendizaje lo haces tuyo porque tu cerebro no posee nada de información inicial (es un disco duro con millones de GB libres de memoria para almacenar información), y necesita elementos que le den estructura y que favorezcan su funcionamiento de tal manera que, a partir de todo lo que ves, vives y te enseñan, vas creando un modelo o forma de pensar y de  ser. Toda esa información llega de las personas significativas para ti, como pueden ser tus padres, tus abuelos, tus hermanos mayores, las figuras que te enseñaron de pequeño y las personas que te educaron. Das por hecho todo lo que te dijeron porque no tenías otras referencias y además, por lo que representaban para ti.
Debes saber que tu personalidad incluye muchas características de tus padres. Cuando te relacionas con tu entorno, cargas con tus padres como sí llevaras dos maletas y cuando conoces a alguien, te paras frente a la persona, descansas las maletas (pesa mucho "cargar con los padres") y te presentas, sonríes como sonreía papa o mamá y dices "hola yo soy mi mamá, yo soy mi papa y afortunadamente también soy yo". ¿Te parece absurdo? Sin embargo así es, y la otra persona hace lo mismo: "Yo soy Pepe, Pepa y también Pepito."
Llevar a nuestros padres con nosotros es como decir: "Esta es mi mamá y este es mi papá, siempre los cargo porque así me siento seguro y es más fácil relacionarme porque sólo repito lo que ellos me enseñaron; es más lo hago tan bien que en ocasiones me uno a ellos,ni cuenta me doy cuando hago esto, es inconsciente.”
¿Existe algo de verdad en esto?
Te diré que cuando te relacionas, ya sea con la familia, con compañeros en el trabajo, la escuela o contigo mismo; tu forma de ser y tu comportamiento son como juegos que usas repetidamente porque te dan resultado, que porque funcionan de primera mano (obtienes lo que quieres), no conoces otra forma de ser, no la aprendiste y no está en tu repertorio de conductas. En ocasiones el resultado de tu juego es negativo pero aun así, consigues más o menos lo que quieres, y esto es mejor que nada
Otras veces hay un deseo inconsciente de joderle la vida a una persona significativa jodiéndote tú mismo, ¿Suena raro esto verdad? ¿No será ciencia ficción?
Imagina que siempre estuviste en total desacuerdo, en el trato que tu mamá le dio a tu papá, te molestabas, sufrías, llorabas en silencio o a veces lo expresabas y las cosas seguían igual: tu mamá rechazando, agrediendo al padre que amabas profundamente y que era tu héroe y recibía maltrato (quizá porque a él le convenía por las ventajas que obtenía al hacerse la víctima). Entonces, cuando creces, buscas tener relaciones similares sólo que el rol o el papel se invierte y buscas a un hombre que tenga las características de tu mamá y por supuesto tú le permites que te trate mal, te agreda, agreda a tus hijos y, ¿tu mamá cómo crees que se siente al ver que maltratan a su hija querida, a sus nietos adorados sin que ella pueda hacer algo al respecto?
Así le jodes la vida a tu mamá (por dentro ¡yes! qué bueno que le duela, para que sienta lo que yo sentía de chica cuando maltrataba a mi héroe”) y de paso te jodes a ti.
Puedes creerlo o no, pero la mayoría no descubre esto, no logra ver cómo repite la historia que le afectó y, por lo tanto, poco puede hacer por cambiar. El resultado es una venganza inconsciente (siguiendo el recuerdo y la repetición).
Es como si en la historia que vivieron los padres de esta niña no se hubiera incluido un final feliz. Esta niña al crecer y tener su propia familia, repite la historia de papá y mamá encarnada en su esposo y en esta nueva historia espera ahora un final feliz, pero ¡saz! ¿Cómo puede haber un final diferente si ella repite el mismo papel que asumieron sus padres? El resultado, aun que no se quiera, será el mismo. Así es como se entretejen las historias de vida de acuerdo al aprendizaje de los primeros años.
¿Alguna vez te has quejado o te has comportado como víctima creyendo que todos abusan de ti? Te pregunto ¿por qué lo haces? Rectifico mi pregunta, trata de contestarla sin pensarlo mucho, ¿para qué juegas a hacerte y sentirte la víctima con las personas que convives? Todos jugamos este tipo de juegos por los resultados que obtenemos, quizá éstos te ayudaron, lograste lo que querías, tal vez que vieran por ti o te dieran atención. Ahí está la clave, ya entendiste por qué lo hacemos, pero vamos por partes.

Cuento: El Loco.
“Me preguntas como me volví loco. Así sucedió:
Un día, mucho antes de que nacieran los dioses, desperté de un profundo sueño y descubrí que me habían robado todas mis máscaras -sí, las siete máscaras que yo mismo me había confeccionado, y que llevé en siete vidas distintas- corrí sin máscara por las calles atestadas de gente, gritando:
-       ¡Ladrones! ¡Ladrones! ¡Malditos ladrones!
Hombres y mujeres se reían de mí y al verme, varias personas, llenas de espanto, corrieron a refugiarse en sus casas. Y cuando llegué a la plaza del mercado, un joven, de pie en la azotea de su casa, señalándome.
-       ¡Miren! ¡Es un loco!
Alce la cabeza para ver quién gritaba, y por vez primera el sol besó mi desnudo rostro y mi alma se inflamó de amor al sol y ya no quise tener máscaras. Y como si fuera presa de un trance, grité:
-¡Benditos! ¡Benditos sean los ladrones que me robaron mis máscaras!
Así fue que me convertí en un loco.
Y en mi locura he hallado libertad y seguridad; la libertad de la soledad y la seguridad de no ser comprendido, pues quienes nos comprenden esclavizan una parte de nuestro ser.
Pero no dejes que me enorgullezca demasiado de mi seguridad; ni siguiera el ladrón encarcelado está a salvo de otro ladrón”.

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