¿Involucrarse
o comprometerse?: la gran diferencia
Algunas personas están involucradas
en su propia vida pero no están comprometidas con ella. Hay una gran
diferencia. La persona promedio cree que sus experiencias se deben al azar.
Piensa que las cosas simplemente suceden y que lo único que puede hacer es
reaccionar de la mejor manera posible. Es el actor pero no el director de su
propia obra. Cree en el destino, la suerte, o tal vez en el karma, ignora que
ella es su propio destino.
Estoy seguro de que eres consciente
que la palabra “compromiso” es muy rara en nuestros días. Brilla por su
ausencia en muchos vocabularios.
Pero a mí me encantan estas dos
palabras: compromiso total. El significado espiritual que le doy a esta
palabra es “acuerdo”. Y cuando el alma establece un acuerdo con el
universo, éste cumple con su parte.
Si llega el día en que tu corazón
no esté al cien por ciento en lo que haces, quizá ha llegado el momento de
preguntarte si pones tu tiempo y energía donde no debes.
Las personas que no consiguen sus
metas, no es por falta de talento, sino por su bajo nivel de compromiso. Las
personas que no se comprometen tienen problemas.
Analogía: el nivel de compromiso
marca la diferencia entre avanzar a la velocidad de un Ferrari o a la del viejo
“vochito”.
Lo que he comprobado es que las
personas comprometidas piensan de un modo diferente que las personas involucradas.
Estas son algunas de la referencias en los patrones mentales que ambos grupos
de personas manejan:
•
Las
personas comprometidas nunca se sienten víctimas;
las involucradas siempre se sienten responsables.
•
Las
personas comprometidas aprenden constantemente.
Las involucradas creen que ya saben cuánto hay que saber.
•
Las
personas comprometidas no participan en el "juego de la culpa”
en el que las involucradas son auténticas profesionales.
•
Las
personas comprometidas sacan fuerza de su compromiso.
Las involucradas necesitan motivación externa constante.
•
Las
personas comprometidas viven satisfechas. Las
involucradas están tan insatisfechas que necesitan muchas compensaciones.
•
Las
personas comprometidas se centran en qué ofrecen. Las
involucradas se centran en qué obtienen.
•
Las
personas comprometidas avanzan por encima de sus dificultades.
Las involucradas se detienen ante el mínimo inconveniente.
•
Las
personas comprometidas generan soluciones; las
involucradas, problemas.
•
Las
personas comprometidas creen en lo que creen. Las
involucradas buscan confirmación de lo que les gustaría creer.
•
Las
personas comprometidas se relacionan con personas también comprometidas.
Las involucradas se mezclan con personas igualmente desmotivadas para poder
quejarse.
•
Las
personas comprometidas actúan antes de descubrir cómo conseguir lo que desean.
Las personas involucradas aguardan a conocer todos los “como” antes de empezar.
•
Las
personas comprometidas nunca utilizan palabras absurdas como; “difícil” o
"fácil”. Las involucradas usan esas etiquetas y
eligen siempre lo “fácil”.
•
Las
personas comprometidas piensan en grande y actúan en consecuencia.
Las involucradas piensan en pequeño y actúan con insuficiencia.
•
Las
personas comprometidas buscan el logro y se dirigen a él.
Las involucradas evitan la pérdida y huyen de ella.
En definitiva, piensan de un modo
diferente, saben cosas distintas y actúan a otro nivel. No es de extrañar que
sus resultados difieran enormemente.
El
logro interior
El concepto de "juego interno” es
una de las enseñanzas más valiosas que he recibido mientras trabajaba en
construir mi propio sueño. Con ese nombre o con otro, de manera consciente o
no, es un concepto manejado por deportistas de elite, empresarios de éxito,
artistas de talento y personas altamente efectivas en su vida y profesión.
Por extraño que parezca, algunas
personas se derrotan a sí mismas. Y los entrenadores deportivos saben que las
derrotas se producen en "el juego interior”.
El concepto de "juego interno” fue
acuñado por Timothy Gallwey. Como buen entrenador, él sabía que el logro
interior es previo a la consecución de la meta, no solo en el ámbito deportivo,
sino también en el personal y profesional.
Cuando asistimos a una competencia
deportiva, en realidad estamos presenciando dos juegos: consigo mismo —lo libra
cada participante en su interior —y con él oponente— se refleja en el
marcador—. Los deportistas saben que para subir al podio, es preciso ganar
antes “el juego interno” – (suele ser el más duro). Es lo que se
conoce como en el mundo del deporte como desarrollar “mentalidad ganadora”.
Hoy los deportistas de alto rendimiento se apoyan en los psicólogos para crear
una mentalidad ganadora.
Nadie concibe un equipo o un
deportista sin entrenador. Sin embargo a nivel personal, pocas personas
solicitan la ayuda de un Coach profesional, aun tratándose un asunto
mucho más imponente.
Cuando elijas tu Coach sé selectivo. Examina su
calificación no en base a sus títulos, certificados y diplomas, sino en función
de su nivel de excelencia en su sector. ¿Contratarías a un fracasado para
ayudarte a conseguir el éxito?, ¿Y a una persona arruinada para planificar tus
finanzas? Por supuesto que no: buscarías a alguien que fuera rematadamente
bueno.
Mi sugerencia: antes de elegir tu Coach, tu mentor o tu terapeuta, indaga,
escucha qué dice su entorno: la realidad nunca engaña, Parece obvio, pero pocas
veces se hacen las mínimas averiguaciones de las personas en las que se
deposita la confianza. En más de una ocasión, algún cliente me ha confesado que
un terapeuta al que acudió en busca de ayuda se puso a llorar durante una
sesión al contarle sus desgracias personales; simplemente no era un ejemplo de
sus propias palabras.
Sobran los comentarios.
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