martes, 7 de julio de 2015

Nueve (parte dos)



Otra herramienta utilísima es escribir tus deseos.
Llévalos en una libreta como si se tratara de un inventario del alma.
El corazón está repleto de deseos. Éstos dan contenido y sentido a la vida. Son lo que tú esperas de ella. Detrás de cada deseo del corazón hay una intención que le confiere energía y que lo convertirá en una realidad. Pero recuerda siempre que un deseo sin una intención honesta, que le dé poder, es una petición vacía y egoísta que no va a prosperar.
Hasta el día de hoy, tal vez bastó con guardarlos en el corazón. Pero hoy que los escribes con tu mejor caligrafía, de tu puño y letra, en un papel, eres consciente de lo que significan.
Utiliza frases breves y sencillas, términos positivos y claros para que los pensamientos se fortalezcan y adquieran cuerpo. Se ha demostrado que quienes escriben sus deseos son más propensos a alcanzarlos. ¿Cuál es la razón? La razón es que escribirlos multiplica por seis la memoria y estimula al subconsciente para que trabaje en el «cómo».
El subconsciente se alía a tu causa y trabaja en silencio en ella.
Escribe tu carta de deseos del corazón. Esa misiva podría compararse al hecho de soltar las palomas para que volaran y su efecto es real aunque pueda parecer sólo simbólico.
Una vez sobre el papel, percibirás que tus deseos son incuestionables. Muchas veces hemos dicho: «Es verdad, lo leí en...» porque sentimos que cuando algo está impreso es cierto.
Cuando escribas tus afirmaciones, ten en cuenta que el «más o menos» no existe. Es sólo una expresión que se usa para salir del paso. Concédete un plazo de tiempo realista. No vale decir «cuando tenga tiempo».
Eso supone esperar demasiado y la vida pasa a una velocidad de vértigo. Tampoco el muy trillado  «algún día» figura en ningún calendario. Tenlo presente, porque si lo que pretendes es conseguir «más o menos aquello, algún día de éstos», eso jamás sucederá, ya que es demasiado vago. Y tu deseo se desvanecerá.
Estas tres herramientas, afirmar, visualizar y escribir los deseos del corazón, son el abecé del éxito. Combínalas. Y a partir de ese preciso instante, prepárate para los milagros.
No basta con esperar que las cosas sucedan por sí solas: hay que hacer que ocurran. Ser creativo, en cualquier aspecto, requiere actividad. Y tomar una elección: no involucrarse apenas o comprometerse hasta el final.
Son cosas muy diferentes.
Hay quienes no quieren comprometerse en un proyecto a menos que les reporte un beneficio seguro e inmediato. En general, prefieren eludir responsabilidades y no asumir compromisos. Trabajan con la «ley del mínimo esfuerzo».
Te propongo que adquieras contigo mismo un compromiso: redacta un «contrato de prosperidad» que deberás firmar y fechar. Luego revísalo cada cierto tiempo para recordarte el compromiso que estableciste contigo mismo.
Tal vez ha pasado tiempo desde que dejaste tus deseos del corazón a un lado. Ahora es el momento de que los escribas en tu «contrato de prosperidad».

Establece los términos, los plazos... Un deseo, con un plan de acción y un calendario, se convierte en un objetivo. Escribe ahora tus deseos del corazón y ponles fecha. Firma el documento. 








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