Otra
herramienta utilísima es escribir tus deseos.
Llévalos
en una libreta como si se tratara de un inventario del alma.
El
corazón está repleto de deseos. Éstos dan contenido y sentido a la vida. Son lo
que tú esperas de ella. Detrás de cada deseo
del corazón hay una intención que le confiere energía y que lo convertirá
en una realidad. Pero recuerda siempre que un deseo sin una intención honesta,
que le dé poder, es una petición vacía y egoísta que no va a prosperar.
Hasta
el día de hoy, tal vez bastó con guardarlos en el corazón. Pero hoy que los
escribes con tu mejor caligrafía, de tu puño y letra, en un papel, eres consciente de lo que
significan.
Utiliza
frases breves y sencillas, términos positivos y claros para que los pensamientos
se fortalezcan y adquieran cuerpo. Se ha demostrado que quienes escriben sus
deseos son más propensos a alcanzarlos. ¿Cuál es la razón? La razón es que escribirlos
multiplica por seis la memoria y estimula al subconsciente para que trabaje en
el «cómo».
El
subconsciente se alía a tu causa y trabaja en silencio en ella.
Escribe
tu carta de deseos del corazón. Esa
misiva podría compararse al hecho de soltar las palomas para que volaran y su
efecto es real aunque pueda parecer sólo simbólico.
Una
vez sobre el papel, percibirás que tus deseos son incuestionables. Muchas veces
hemos dicho: «Es
verdad, lo leí en...»
porque sentimos que cuando algo está impreso es cierto.
Cuando
escribas tus afirmaciones, ten en cuenta que el «más o menos» no existe. Es sólo una expresión que se usa para
salir del paso. Concédete un plazo de tiempo realista. No vale decir «cuando tenga tiempo».
Eso
supone esperar demasiado y la vida pasa a una velocidad de vértigo. Tampoco el
muy trillado «algún día» figura en ningún calendario.
Tenlo presente, porque si lo que pretendes es conseguir «más o menos aquello, algún día
de éstos»,
eso jamás sucederá, ya que es demasiado vago. Y tu deseo se desvanecerá.
Estas
tres herramientas, afirmar, visualizar y escribir los deseos del corazón, son
el abecé del éxito. Combínalas. Y a partir de ese preciso instante, prepárate
para los milagros.
No
basta con esperar que las cosas sucedan por sí solas: hay que hacer que
ocurran. Ser creativo, en cualquier aspecto, requiere actividad. Y tomar una
elección: no involucrarse apenas o comprometerse hasta el final.
Son
cosas muy diferentes.
Hay
quienes no quieren comprometerse en un proyecto a menos que les reporte un
beneficio seguro e inmediato. En general, prefieren eludir responsabilidades y
no asumir compromisos. Trabajan con la «ley del mínimo esfuerzo».
Te
propongo que adquieras contigo mismo un compromiso: redacta un «contrato de prosperidad» que deberás firmar y fechar. Luego
revísalo cada cierto tiempo para recordarte el compromiso que estableciste contigo
mismo.
Tal
vez ha pasado tiempo desde que dejaste tus deseos
del corazón a un lado. Ahora es el momento de que los escribas en tu «contrato de prosperidad».
Establece
los términos, los plazos... Un deseo, con un plan de acción y un calendario, se
convierte en un objetivo. Escribe ahora tus deseos del corazón y ponles fecha.
Firma el documento.
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