jueves, 16 de julio de 2015

Dieciséis



El primer intento a menudo falla. Además, las personas sienten un pánico angustioso a la crítica. Y sobre todo a cometer una equivocación delante de los demás.
Por esa razón, muchísimos primeros intentos ni siquiera llegan a producirse. Los segundos intentos son aún más raros. Y los terceros, casi inexistentes. Suelen olvidar que «a la tercera va la vencida».
Si te conformas, te encoges. La vida se estanca y se detiene o, cuando menos, fluye a trompicones.
A veces piensas que tu momento nunca llegará, pero un día, una hora, un minuto después, por fin todo se resuelve. Resultaría lamentable abandonar la carrera en la línea de meta. Si te detienes antes de llegar, nunca sabrás qué te aguardaba al otro lado. ¡Y sólo por no haber dado unos pasos más!
Cada objetivo tiene su propio calendario. Unos se toman más tiempo y otros menos. Puede tardar, pero aun si llega después de cien intentos, obtienes mucho más de lo que conseguirías si desistieras tras la primera negativa. Muchas victorias deben su éxito al enésimo intento.
Evita tomarte un «no» como algo personal y no te enemistes cuando recibas una negativa. Todo el mundo tiene derecho a tomar sus propias decisiones, aunque contravengan tus planes. Incluso si crees que la persona que te dice «no» se equivoca, no te enojes. Tu alma es demasiado grande como para que una palabra tan pequeña te inmovilice.
Y por otra parte, si crees que no, es que no; incluso antes de formular la pregunta. La respuesta está en tu mano.
Existe cierta clase de gente que se encargará de intentar dinamitar cualquier idea ajena con posibilidad de prosperar. Sus censuras y críticas son reflejo de sus propios fracasos. En el fondo, se trata de las mismas personas que aguardan sentadas a la puerta de su casa, esperando un golpe de suerte que nunca llega; algunas de ellas sólo se levantan de sus sillas para desbaratar el esfuerzo del vecino.
A veces, experimentas ciertas pérdidas para pasar a ganar acto seguido. Es cierto: todos perdemos en alguna ocasión y pasamos por ciertos altibajos. Quien se siente abatido porque perdió un amor, está rechazando nuevas oportunidades para amar y ser amado; y lo mismo ocurre con el dinero. Dejas marchar algo para, acto seguido, hacer lugar a lo nuevo.
Sé que estás acostumbrado a retener y a exigir. Sin embargo, es preciso aprender a desaferrarse y a dejarse ir. Eso no significa quedarse sin nada; soltar es liberar pero también es liberarse. A veces, son las cosas las que nos poseen, y no al revés, como pudiera parecer. La vida no está estancada: es un flujo, y eso es lo que la hace interesante.
Me gustaría que vieras las cosas de otro modo. En primer lugar, la experiencia de perder no te empequeñece; te convierte en alguien más grande. En segundo lugar, no resta; sino que suma -e incluso, a veces, multiplica-. Y en tercer lugar, ese paso atrás no te retrasa; en realidad, te da impulso y te catapulta al infinito.
Estés donde estés y ocurra lo que ocurra, estás avanzando.
Seguro que a lo largo de tu existencia debiste hacer frente a las inevitables pérdidas que forman parte de la vida misma. Después, descubriste que tu pérdida dio paso a lo inesperado. ¡Cuántas veces algo nuevo llegó a ti, abriéndose camino por entre tus pérdidas y tus dificultades! Hay una explicación: el Universo está operando, te echa una mano y se pone a trabajar para ti.
Cuando pierdas, no olvides la lección.
Interprétalo así: unas manos vacías se hallan llenas de lo que están a punto de recibir. Si esas manos hubieran estado agarrándose a quién sabe qué, no podrían acoger nada nuevo. En la vida se producen unas cadenas de casualidades que engarzan las pérdidas con las oportunidades.
A veces la ganancia es sutil e inesperada. Es cierto que las pérdidas son inevitables, pero por larga que sea la triste noche, cada día amanece de nuevo.
Y no te consientas convivir con las pérdidas más de lo imprescindible. Una vez has extraído el jugo de su enseñanza, seguir exprimiendo la pérdida no conduce a nada. Lamentarse, tampoco. El patrón del «pobre de mí» es una farsa de conducta que proporciona un rendimiento paupérrimo.
En alguna página de este manual, has leído que la felicidad no tiene nada que ver con lo que ganas o pierdes, sino con tu actitud ante ambas situaciones. La alegría y la tristeza son la liberación de tus representaciones interiores, el modo en como valoras tus experiencias. No se trata de cuánto perdiste, sino de cómo lo valoraste entonces y de cómo lo recuerdas ahora.
Sonríe cuando recuerdes tus pequeños y grandes desastres del pasado. Eso disolverá las «moléculas emocionales» del trauma porque el subconsciente archivará de nuevo el recuerdo, sólo que esta vez le asociará una sonrisa.
Quiero que sepas que ninguna pérdida es en realidad definitiva.

Ya sé que esta afirmación contradice los esquemas que hasta hoy has manejado, pero ahora es el momento de realizar algunos cambios. Si no ¿Por qué empezaste a leer este manual? 

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