El valor de dedicarse a
lo que en realidad se ama
Las personas que consiguen realizar sus deseos
se valen de una receta antigua con un solo ingrediente: el poder de la magia.
Se halla en la mano de cualquiera, y aun así, mantiene la cualidad de secreto.
No se agota ni siquiera cuando se prodiga; bien al contrario, crece y aumenta.
Una vez que se aplica, todo gira a su alrededor y nada permanece excluido de su
órbita. Es un recurso ilimitado; y de hecho, es la materia prima de la vida. Me
refiero, por supuesto, a poner amor en lo que se hace.
Te diré lo que aprendí en mi proceso de cambio
de vida: lo que uno ama no exige un precio tan elevado como parece; pero seguir
en lo que no se ama suele salir muy caro. Si deseas ver cumplido tu sueño será
a cambio de algún precio, con redondeo incluido. Yo lo considero una inversión.
Ahora, ¿Estás dispuesto a invertir en ti?
El éxito siempre está cuesta arriba, nunca
cuesta abajo. Y las cosas que verdaderamente valen la pena suceden en los últimos
kilómetros.
Algunas personas de tu entorno serán críticas y
poco comprensivas; pero un sueño no se construye tratando de convencer a los
demás sino desde la propia convicción. Algunos criticaran tu proyecto por la razón
de que carecen de proyecto propio. O mejor dicho, sí lo tienen y consiste en
arruinar los ajenos.
¿Cuánto tiempo hace que no gritas “¡¡Eureka!!”
lo conseguí?
El director de cine Steven Spielberg comentó en
una ocasión que por la mañana se levanta tan entusiasmado ante una nueva
jornada que a menudo ¡Olvida desayunar! La primera vez que me ocurrió a mí, sonreí:
buena señal. El entusiasmo es muy nutritivo.
Las personas que aman cien por cien lo que hacen
no cuentan los días hasta el viernes o la llegada de las vacaciones. Empiezan
las semanas con interés y ni siquiera piensan en retirarse. No estoy hablando
en sentido metafórico, sino literal. Esas personas son reales, existen, y yo me
incluyo entre ellas. Y espero que tú también.
El combustible de un sueño
Aunque parezca sorprendente, el éxito es una ciencia
que puede aprenderse. Siempre deja pistas, y quienes las reconozcan y
reproduzcan, lo obtendrán también.
Se han escrito muy buenos libros sobre éxito
personal centrados en las cualidades que comparten las personas que han
destacado en sus respectivos campos. Hoy conocemos el denominador común de
quienes alcanzan sus sueños. Por ejemplo, Napoleón Hill dedicó su vida a estudiarlos.
Él como tanto otros, sintetizó en sus libros el combustible que impulsa un
sueño.
La ciencia del éxito es extremadamente sencilla —aunque
no fácil—, y precisamente porque es sencilla, funciona. Algunas personas tratan
de convencerse a sí mismas de que las soluciones a sus problemas deben ser
también complejas. Trasladan la complejidad de sus problemas a la solución. Y
así lo perpetúan.
¿Cuál es el componente esencial en el
combustible del éxito? El concepto acuñado por el doctor Wayne Dyer en el título
de su libro El Poder de la intención, responde a esta pregunta a la perfección.
En su opinión, cuando alguien centra su
foco creativo en lo que ama, entra en conexión con el campo de todas las
posibilidades y se sumerge en una corriente de acontecimientos sincronísticos
auspiciosa. El Poder de la intención establece un dialogo creativo en el
lenguaje de las coincidencias que es, permítaseme la metáfora, el lenguaje que
utiliza Dios. Como el mismo autor escribe: “Hay una inteligencia organizadora
invisible de la que todos formamos parte”.
Las “casualidades significativas” —o con alma—
son esa clase de milagros que hacen que lo que deseas que ocurra, suceda de un
modo tan creativo como inesperado. Relacionan un estado interior con un
acontecimiento externo y tienen lugar en el momento más adecuado.
El mayor problema de las
personas que no consiguen realizar sus deseos es que se hallan desconectadas
del Campo de todas las posibilidades.
Y aunque Dios siempre les
habla, ellas no escuchan.
La conexión con el ámbito no limitado hace que
la inteligencia responsable de toda la creación enlace su pensamiento con
nuestro pensamiento. Es lo que los místicos llaman “sentirse conectado con la
totalidad” y significa, ni más ni menos, que la mente pequeña se sincroniza con
la mente grande. Son una sola.
Profunda enseñanza.
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